En un  maizal, un gran choclo y sus hermanos tenían una orquesta.

Como bailarines, los Girasoles y las Margaritas los acompañaban y todos entretenían a un gran público.

Todas las tardes Don Choclo organizaba una fiesta y, antes de irse a dormir, juntos bailaban y se divertían casi hasta el amanecer.

Pero un día de mucho viento, lluvia y frío, no se pudo hacer el baile. Entonces

aprovechando el día gris unos cuervos visitaron el maizal y comenzaron a comerse a los choclos.

A la voz de alerta de Don Choclo todos apretaron bien la chala para que no se los comieran, pero igual salían lastimados de los picotazos que les daban los cuervos.

Un viejo espantapájaros aburrido y que aprovechó a moverse con  el viento asustó a los cuervos que volaron rápido a otra parte.

-¡Gracias!- Le gritaban los choclos al espantapájaros, ya que los pobres choclos no resistirían mucho más. Algunos, se pusieron vendas y aunque no estaban lastimados de gravedad se tuvieron que curar.

Al otro día salió el sol y todos los choclos estaban muy contentos, porque sabían que al atardecer habría una gran fiesta. Los Girasoles, las Margaritas, todos felices bailaron como siempre.

Algunos Choclos charlaban recordando a los cuervos, mientras el espantapájaros muy quieto los observaba.

                                                                                                                                                                                FIN