Libro dedicado a ese niño que alguna vez fuimos y al abuelo que alguna vez seremos.
Escuchemos y compartamos nuestros días con los abuelos, es interesante, divertido y es un momento de mucho amor.
María Fernanda Peralta
Sentimiento de un amigo.
A María Fernanda la conocí entre letras, cuentos, versos y sentimientos.
Esta mujer es toda voluntad, todo corazón, porque eso es lo que es Fernanda, un corazón grandote con forma humana.
Claro está, Cuenta, imagina y crea con una humildad y una sencillez fantástica.
Y en sus cuentos me arrima a mi lejana niñez de bochones, Bolitas, trompos y payanas.
Gracias Fernanda por ser como sos
Gracias por ser mi amiga.
Dumar Guardia
CAPÍTULO
I
Agustín está aburrido y no sabe qué hacer para entretenerse.
Así que su abuelo, que está sentado en una silla reposera compartiendo la hermosa mañana en el patio de su casa, lo observa detenidamente.
Agustín hace círculos con una ramita sobre el suelo.
Su abuelo lo llama.
- Agustín… acércate.
Agustín se acerca lentamente y le dice:
- ¿Que necesitas abuelo?
- En mi cuarto, debajo de mi cama, hay una cajita de madera labrada, ¿te animas a traerla?
- Sí, sí, abuelo; enseguida vuelvo.
Agustín cabizbajo, sin mucho entusiasmo se aleja caminando muy despacio hacia el dormitorio de su abuelo.
Para cuando vuelve, el abuelo ve que su cara ha cambiado.
La cajita de madera le ha llamado la atención.
Agustín le entrega a su abuelo la pesada cajita y se sienta a su lado.
Antes de abrirla, el abuelo le explica:
- Aquí llevo guardado juegos que jamás deberían olvidarse.
- ¿Juegos, abuelo? ¿Cómo que hay juegos ahí adentro?
- Son los que usaba tu padre Leonardo y tu tía Andrea.
- Abrila, abuelo. ¡Abrila, por favor!.
El abuelo lentamente abre la cajita de madera muy bien decorada y labrada, pero antes la sostiene en sus manos invocando hermosos recuerdos, se ve en su cara.
Los ojos de Agustín están llenos de emoción.
Ve como su abuelo saca de ella algo de madera con forma puntiaguda.
- Esto es un trompo. ¿Ves, Agustín? Algo deteriorado por los años, pero que sirve aún. Se hacen en madera, se necesita practicar muy bien para poder hacerlo girar y es un juego muy divertido.
¡Sé que te vas a divertir muchísimo!
El abuelo le explica a su nieto la manera de enroscar el viejo y deteriorado hilo mientras hace girar el trompo en la palma de su mano.
- Un trompo debe girar sobre esta punta, se le envuelve con esta cuerda y lo lanzas… ¡así!
¡Zaz! y aquello gira y gira mareando los ojos de Agustín.
- ¡Qué divertido abuelo! ¿Me lo prestas?
- Sí, claro; pero quiero mostrarte otros juguetes que tengo aquí guardados.
- A ver abuelo, ¡quiero verlos todos!
- ¿De veras que ahí entran mas juguetes?
- Hay algunos juegos que no se pueden guardar pero los recuerdo y te los puedo enseñar.
Sí, sí quiero, abuelo. ¡Esto es muy divertido!
En eso, tocan la puerta.
- ¿Quién es?
Pregunta la voz de su madre, Andrea, que iba y venía haciendo la limpieza de la casa.
- Soy Pancho.
- ¡Enseguida te abro Pancho!
- Gracias, Andrea, espero.
Pancho es un vecino y amigo de Agustín. En muchas ocasiones se reunían para nuevas aventuras. Es época de vacaciones y Pancho llega bien temprano.
El abuelo Adrian y Agustín siguen emocionados revolviendo la vieja cajita de juguetes. Cuando Pancho entra, Agustín lo bombardea con montones de palabras, hasta que su abuelo lo calma y Pancho impresionado se ríe sin entender nada.
El abuelo disfruta ese momento mientras los niños, muy interesados, comienzan a tirar el trompo. El abuelo los guía.
Los pequeños se divierten muchísimo; saltan y giran a la par del trompo hasta caer mareados.
El abuelo Adrián quedo con su cajita en las manos esperando y observándolos.
Recuerda días de su niñez, recuerda los días en que sus hijos también se divertían.
El juego es interrumpido por Andrea que los llama:
- ¡Vamos! ¡A lavarse bien las manos y a comer!
El abuelo Adrián a paso lento lleva su cajita de juguetes a su lugar y se reúne con todos en la mesa.
La emoción de Agustín y Pancho es tremenda, ya están inventando nuevos trucos para usar con aquel viejo trompo.
Su madre los calma:
- ¡Hay que comer todo! Y tranquilos; después de ayudarme a recoger la vajilla de la mesa, pueden seguir con sus aventuras.
- Agustín come muy rápido y ayuda a su madre para poder seguir jugando con su amigo Pancho en el patio, junto a su nuevo juguete. Y con un abrazo y un beso se despide dando las gracias, saliendo del comedor.
- ¡Gracias, mamá. ¡Gracias, abuelo!! ¿Otro día me enseñas más de tus juguetes?
- Por supuesto -responde el abuelo- otro día… otro día.
Los abuelos vivieron tiempos diferentes, aventuras distintas a las nuestras.
La tecnología avanzó tanto que los juegos tradicionales solo se encuentran entre los recuerdos y memorias de aquellos que los vivieron. Es de suma importancia sentarse a conversar con nuestros abuelos. Ellos tienen guardadas historias y acontecimientos que no se verán en ningún libro.